Es conveniente que desde pequeño el menor se sienta acompañado por los suyos. La fortaleza de espíritu requiere su peculiar acompañamiento; cada hijo o alumno adquiere seguridad en entornos donde la firmeza de unos límites concretos y razonados vayan de la mano de una conducta amable y sincera que promueva el diálogo y la participación.
Lo dicho, se puede aplicar también a las relaciones entre adultos. No estamos libres de ser acosados, pero si que podemos estar y sentirnos en condiciones de actuar en consecuencia.
A veces, no comprendemos el concepto de improvisación que contiene, al menos, dos vertientes: actuar precipitadamente o hacerlo desde la flexibilidad que proporciona el conocimiento. Pongo un ejemplo:
Un grupo de profesionales de la hostelería se enfrenta a un problema: han de preparar las mesas de un convite, y llevan manteles para mesas cuadradas, pero se encuentran con varias mesas redondas.
Lo tiene difícil si no están preparados y saben convertir un mantel cuadrado en redondo. ¿Esto es improvisar? Sin duda. Pero sin un previo "saber hacer" la cosa se complicaría y se perdería en eficacia.
